Hay espacios
en los días
que han de llenarse
con eternidades.
Vivir horas y horas
agitándonos en polvo,
en leves partículas
intrascendentes.
Una hora
puede justificar
toda la vida.
Una tormenta,
un viento terrible,
una ráfaga indomable.
Una.
Una sola.
Para siempre.*