Vuelven los asesinos
furtivos
sobre su nada blanquecina
sobre sus pastillas de colores
sobre su indigna sed
de pequeños vampiros.
Saben que en los castillos
jamás
los recibirán
(como a Kafka),
nadie
atenderá sus llamadas
de teléfonos robados.
Vuelven los matantes
mutantes
a comer carne
que palpita
en las fogatas del futuro.